miércoles, 3 de diciembre de 2008

SUEÑO


Densa y apretada. Así era la atmósfera aquella noche. En mi pieza, todo estaba en su lugar. La falta de luz le imprimía un sello muy particular. La extrañeza de este sueño parecía resolverse en aquel río que pasaba cerca de mi ventana, y que se extendía hacia la izquierda y la derecha. El río es bastante grande, pensé asombrada. Asombrada también, lo contemplé por un rato. Contemplándolo, me pareció ver algunos contornos río arriba, así, perfilándose. Y me sentí muy contenta cuando esos cuerpos tocaron finalmente mis manos. Los saqué del agua y, no sin sorpresa, me di cuenta que eran pequeñas esculturas de madera, esculturas que representaban curiosos animales: la primera tenía aspecto de león, pero con un cuerpo gordo y lleno de tetas. Otra —al parecer un caballo— tenía el rostro cubierto por su espalda y no se le podía ver. Una tercera parecía elefante, aunque sin orejas. La madera es vieja, pensé: tiene vetas llenas de barro. Los animales son muy peculiares, pensé: no se parecen a nada que yo haya visto. Lentamente, cuando ya eran diez, las sequé y las fui ordenando. Rápidamente llenaron mi pieza con su olor.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Escapar (poética de las cosas invisibles)

El escapista sueña con desaparecer y no dejar huellas. Este es el sentido profundo de la palabra “escapar” y no aquel según el cual significa simplemente “evadir” un peligro. El escapista, zafándose de cadenas y baúles, burlando candados y trampas de agua, en realidad anhela abandonar —sin que nadie lo note— los horizontes de este mundo. Pero, para su contrariedad, un acto siempre deja marcas, aunque sea el espacio vacante y un par de cuerdas rotas. Y estas marcas, quiéralo o no, delatan su presencia.
Por eso, la idea es que estas marcas —que, ya lo dijimos, son inevitables— no superen la calidad manchas o muecas sin sentido. Y que, por tanto, no lo señalen a él en su deriva sino que insistan, solamente, en la ocasión del descalabro.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Pájaros-carteles


Los pájaros-carteles buscan, en el aire, una dirección. Lo raro es que ellos mismos son la orientación, y se desconocen. Qué paradoja: el único que no sabe dónde está es el mapa. Igual estos pájaros, que vuelan y trazan direcciones (los pájaros siempre han sido interpretados: augurios prometen, predicciones). Finalmente, si presuponemos que aquel que busca es algo distinto de aquello que se busca, concluiremos que ellos no sabrán nunca alcanzarse y que sólo hallarán en el extravío una brújula imperfecta.

lunes, 25 de agosto de 2008

Afición por los nudos

En la vida existen varios tipos de nudos. Los que las cosas hacen con las cosas, los que las palabras hacen con sí mismas y los que éstas hacen con las cosas. No existe forma alguna de preverlos ni de calcularlos. Se dan periódicamente, aunque carecen de regularidad. Hasta el momento no se ha encontrado un modo satisfactorio de explicarlos.

Cuando las cosas forman nudos, tenemos un bloque de cosas. Se los puede apreciar en impresionantes formaciones minerales, aunque también en imbricaciones muchos más heterogéneas.

Cuando las palabras forman nudos, aparecen los racimos. Se los denomina así no precisamente por la previsión de su vendimia, sino por la complicidad de sus elementos. Mucha gente dormida habla a través de estos racimos. Esto quiere decir que hablan de un modo absolutamente incomprensible. También es un fenómeno que ha sido detectado en ciertas patologías de la infancia (el habla-racimo*).

No obstante, cuando una y otra —palabra y cosa— convergen, surgen los nudos más hermosos, aunque también los más delicados. Éstos, por sus raras cualidades, se llaman surcos. En un surco, se dice, existe la remota posibilidad de que un hombre converse con sus manos y oiga de éstas —en una conversación muy baja, muy tangencial, casi imperceptible— las instrucciones para armar el Nudo fundamental: el eclipse, en el que se abrochará el día con la noche para siempre. Sin embargo, esto último no es más que una suposición sin mucho fundamento.
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*Patologías del habla en la primera infancia (1976), P. Müller. Lo impresionante de estos casos es que los niños, invadidos por la materialidad del lenguaje, se ven constreñidos a expresarse sólo mediante cacofonías, vale decir, se ven constreñidos a la pura expresión, quedando marginados del contenido de su propio mensaje. Ello, a su vez, trae aparejado -en no pocos casos- un sentimiento de impotencia que es muy difícil de sobrellevar (véase, sobre todo, el cap. 7).

viernes, 1 de agosto de 2008

MALEZA

Para María Salgado

Quisiera beber del mismo huerto que tu poesía duele, María, y así hacerme amigo de esa sangre con guitarras. De todo lo que escribes, nada me ha sangrado tanto como ese temblor oscuro e inacabado, repetitivo, agresivo, elíptico y efímero. De nada he captado el agua como de esa fuga, de esa ruta, de esa casa entre la bruma y el pistilo. ¿Casa? Ni retorno ni resguardo, ¡por cierto! A la intemperie: desnudo surco y vulnerable. Como la piel más íntima: arrugada, torcida, lateral. Y de nada he hecho otra navidad como de esa respiración nocturna y abollada, de ese aliento que tarda, que re-tarda su aparición y su estrategia. Acudir, siento que acudir al desprolijo de estas manos es lo que aún me queda de alma. Y a veces me pasa que pienso en el descalce, en el zurcido que atraviesa lo poético y así lo determina*.



* Todas las palabras escritas en cursiva son, de algún modo u otro –y por extraño que parezca- citas que he extraído de la lectura de sus textos. Vale decir, son la memoria del poema. Las palabras subrayadas representan el movimiento inverso: no ya citas ni recuerdos, sino —así lo quisiera, al menos— zonas donde el lenguaje se derrama, y en ese derrame, intersecta con lo oscuro de la poesía. Como puede apreciarse, son dos movimientos antagónicos, pero recíprocamente imantados: juntos generan la ocasión del poema, que es recuerdo y esperanza.

martes, 8 de julio de 2008

MALEZA


  1. "Planta herbácea sin valor comercial u ornamental. Crece salvaje y es considerada un estorbo para el crecimiento de la vegetación útil."
  2. "Se puede definir como aquella planta que crece donde el agricultor no la quiera; por extensión, es aquella especie que invade un cultivo y es difícil de eliminar."

lunes, 7 de julio de 2008

El travestismo de las piedras

Las piedras tienen una rara cualidad. Ésta ha llamado la atención de numerosas personas. Desde muy antiguo las piedras son objeto de veneración. Las piedras. No las piedras preciosas. Las sencillas, rústicas y toscas. ¿Qué las hace fascinantes? Su exposición. ¿Existe acaso algo más honesto que una piedra? Probablemente no. La piedra es íntegramente piedra, no esconde sino la piedra que, por dentro y desde fuera, la define. La piedra tiene un perímetro de piedra, un contorno hecho de piedra y un vértice de piedra. No esconde secretos, no secreta pliegues, no pliega las complicaciones. Esta ahí: se entrega como una mano abierta, tan abierta que olvida el retorno de sus dedos. Pues esa es su paradoja. De estar desnuda y expuesta, la piedra rehuye nuestra complicidad. Se esconde, se fortifica. Pareciera que no recibimos nada de su parte; es más, pareciera que esta exposición, paradójicamente, nos expusiera ante algo molesto y subterráneo: un espacio trastocado, un vértice profuso.
Es precisamente esta extraña intimidad con las piedras lo que me gustaría llamar su travestismo: ellas, las más desnudas, las más ocultas; nosotros, los arropados, los tan vestidos: perplejos, desunidos.