lunes, 7 de julio de 2008

El travestismo de las piedras

Las piedras tienen una rara cualidad. Ésta ha llamado la atención de numerosas personas. Desde muy antiguo las piedras son objeto de veneración. Las piedras. No las piedras preciosas. Las sencillas, rústicas y toscas. ¿Qué las hace fascinantes? Su exposición. ¿Existe acaso algo más honesto que una piedra? Probablemente no. La piedra es íntegramente piedra, no esconde sino la piedra que, por dentro y desde fuera, la define. La piedra tiene un perímetro de piedra, un contorno hecho de piedra y un vértice de piedra. No esconde secretos, no secreta pliegues, no pliega las complicaciones. Esta ahí: se entrega como una mano abierta, tan abierta que olvida el retorno de sus dedos. Pues esa es su paradoja. De estar desnuda y expuesta, la piedra rehuye nuestra complicidad. Se esconde, se fortifica. Pareciera que no recibimos nada de su parte; es más, pareciera que esta exposición, paradójicamente, nos expusiera ante algo molesto y subterráneo: un espacio trastocado, un vértice profuso.
Es precisamente esta extraña intimidad con las piedras lo que me gustaría llamar su travestismo: ellas, las más desnudas, las más ocultas; nosotros, los arropados, los tan vestidos: perplejos, desunidos.

2 comentarios:

Emilio dijo...

emocionante.

es un esayo pequeño.
me encanta cuando uno reconoce la verdad de lo que lee, especialmente cuando se escribe de temas dela vida cotidiana, me encanta.


chaito

Jorge Sanhueza dijo...

Veraz escrito, querido hierbacio

Saludos a la maleza que nunca deja de crecer y ya se a vuelto antigua de tanto silenciar el caos de su vida

Adios!